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24/11/2025 | EAPN - Actualidad
Con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, desde EAPN-ES reafirmamos nuestro compromiso con la erradicación de todas las formas de violencia machista y con la defensa de los derechos de las mujeres en situación de pobreza o exclusión social, desde una perspectiva feminista, interseccional y de justicia social.
Porque no habrá fin de las violencias sin justicia social, sin garantizar los derechos de todas las mujeres, especialmente de aquellas que viven las desigualdades de manera más intensa. Las violencias contra las mujeres no es un hecho aislado, sino una manifestación extrema de un sistema basado en la desigualdad y la subordinación, que se refuerza con la pobreza, la discriminación y la exclusión.
En 2025 se cumplen 30 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un plan mundial que marcó un antes y un después en el avance hacia la igualdad de género. Este marco estableció 12 esferas de especial preocupación, entre ellas “la mujer y la pobreza”, “la violencia contra la mujer” y “los derechos humanos de las mujeres”. Tres décadas después, muchos de los retos que señalaba Beijing continúan plenamente vigentes.
En el Estado español seguimos enfrentándonos a múltiples formas de violencia contra mujeres y niñas en todos los ámbitos de la vida. Desde la violencia económica hasta la violencia institucional, pasando por la violencia vicaria o la violencia simbólica. Estas violencias son estructurales, porque derivan y, a la vez, refuerzan las desigualdades y discriminaciones que las mujeres sufren por razón de género.
“La violencia contra la mujer es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres.”
(ONU, 1995)
Según el XV Informe 'El Estado de la Pobreza 2025' de EAPN-ES, el 26,8 % de las mujeres en España —más de seis millones y medio— se encuentra en situación o riesgo de pobreza y/o exclusión social. Vivir en pobreza no define a las mujeres, pero sí aumenta la exposición a distintas formas de violencia y limita los recursos materiales, institucionales y simbólicos para salir de ellas.
Las violencias machistas afectan a todas las mujeres, pero no afectan de la misma manera ni con la misma intensidad. La desigualdad de género se cruza con otros ejes de discriminación —como la clase social, el origen étnico, la discapacidad, la identidad de género, el estatus administrativo o el lugar de residencia—, generando formas diferenciadas de vulnerabilidad y de resistencia.
Así, una mujer migrante sin permiso de residencia puede temer denunciar una agresión por miedo a ser expulsada; una mujer con discapacidad puede depender de su agresor para realizar actividades básicas; una mujer gitana puede enfrentarse a prejuicios institucionales que dificultan su acceso a recursos; y una mujer trans puede ver negado su derecho a la salud, al empleo o a la vivienda por la transfobia estructural, lo que la expone con mayor frecuencia a la precariedad y a la violencia física, institucional y simbólica. Del mismo modo, las mujeres en situación de sinhogarismo pueden sufrir violencias múltiples y simultáneas, a menudo invisibilizadas, en entornos donde la falta de recursos y de protección las deja fuera de los sistemas de apoyo.
Por ello, es imprescindible que las políticas públicas adopten una mirada interseccional, que reconozca la diversidad de las mujeres y como operan las estructuras de poder que las colocan en posiciones desiguales. No se trata de añadir etiquetas, sino de entender la complejidad de las desigualdades para diseñar respuestas integrales, accesibles y transformadoras.
Incorporar esta comprensión interseccional significa garantizar la igualdad real, no solo formal, y reparar las brechas que impiden a muchas mujeres ejercer plenamente sus derechos.
A escala internacional, no podemos olvidar a las mujeres y niñas que sufren violencias extremas en contextos de guerra. En Palestina, donde el genocidio no ha cesado con el acuerdo de paz, las mujeres enfrentan situaciones de violencia, agravando aún más las violencias machistas estructurales que la comunidad internacional se comprometió a erradicar hace tres décadas.
Desde la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el estado español (EAPN-ES) y su Grupo de Trabajo de Género, reivindicamos este 25 de noviembre como un día de compromiso para erradicar todas las violencias machistas. Y consideramos necesario que las administraciones públicas y los poderes políticos pongan en marcha las siguientes medidas:
En este 25N, reafirmamos que romper la desigualdad es la condición necesaria para acabar con todas las violencias.
Desde EAPN-ES, seguimos trabajando por una sociedad libre de violencias y desigualdades, donde todas las mujeres puedan vivir con dignidad, seguridad y derechos.