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27/04/2021 | EAPN - Actualidad
Este último año nos ha marcado profundamente y nos ha obligado incluso a revisar nuestro vocabulario, introduciendo conceptos que nunca hasta el momento, o casi nunca, habíamos utilizado: COVID-19, vacunódromo, Zoom, AztraZeneca, Janssen, Pfizer, teletrabajo, confinamiento, estado de alarma, toque de queda, cuarentena, negacionista, ingreso mínimo vital… Tampoco habíamos escuchado tanto la palabra ‘sanitario/a’ como en 2020. Pero de la mano de los y las sanitarios/as, otras profesiones han resultado vitales para paliar los efectos mortales y el impacto social de la pandemia. La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) reconoce con palabras mayúsculas el esfuerzo ingente del personal directivo, laboral y voluntario de las entidades del tercer sector de acción social volcado con las personas en situación de mayor vulnerabilidad.
EAPN-ES ha hecho un esfuerzo relevante en términos de interlocución e incidencia, así como de análisis social y seguimiento de políticas durante 2020. En este artículo analizamos cambios significativos que se están produciendo a raíz de la pandemia de COVID-19, así como medidas que podrían hacernos ver más cerca esa luz al final del túnel que deseamos. Luchar contra la pobreza y asegurar la inclusión social de todas las personas en el marco de una Europa Social reforzada son algunas de las prioridades que se apuntan.
Cambios en la movilidad humana y en el proceso de urbanización
En 2020 se produjo un freno al movimiento masivo de personas. 168 Estados cerraron fronteras durante el primer pico de la pandemia en abril y unos 90 no hicieron excepción con los solicitantes de asilo. Según datos de Frontex y del Ministerio del Interior, llegaron a territorio europeo 96.449 personas en 2020, frente a las 121.303 llegadas en 2019, esto es un 20% menos, pese al incremento a finales de 2020, especialmente en la ruta hacia Canarias. En los países del Mediterráneo la población solicitante de asilo se ha reducido un 24% con respecto a 2019, según datos de ACNUR de fines de diciembre de 2020.
Los 164 millones de trabajadores migrantes del mundo que solo viajan temporalmente a otro país para trabajar se vieron afectados por la reducción de la movilidad transfronteriza. Las personas trabajadoras migrantes no solo aportan beneficios económicos a sus países de acogida, sino que proporcionan importantes remesas a sus países de origen (el 55% de todas las remesas mundiales están concentradas en la UE y la OCDE). Con datos de Eurostat, la tasa de desempleo de la población extracomunitaria en la UE27 en el segundo trimestre de 2019 era del 6,6% y llegó al 11,8% en el segundo trimestre de 2020. En España, este impacto es más notable, pasando del 14% al 23,4%.
La reversión de la hipermovilidad podría ser un fenómeno nuevo, después de décadas de globalización. En España el ejercicio se cerró con menos de 20 millones de llegadas de turistas extranjeros (83,5 millones el año anterior), cuyo gasto no llegó a los 20.000 millones de euros (frente a los casi 92.000 millones de 2019) y que redujo la aportación del sector al PIB en 110 mil millones de euros (del 12,4% del PIB en 2019 al 4% en 2020).
Hasta 2020, la urbanización crecía. Desde 1990 el número de megaciudades (más de 10 millones) se ha triplicado y se esperaba que siguiera aumentando, según proyecciones de la ONU. Sin embargo, esta tendencia muestra signos de cambios, al menos respecto a su velocidad. Es una cuestión abierta que la amenaza de brotes virales podría desencadenar un alejamiento de la aglomeración. Los “costes” ya aceptados asociados con la vida urbana, como el alto precio de la vivienda, la congestión del tráfico, etc., podrían palidecer si el hacinamiento y transporte masivo resultan en una incapacidad para la distancia social como medida preventiva. Este proceso, acompañado de la generalización del teletrabajo y la digitalización de la economía, junto con los Fondos de Recuperación y Resiliencia, podrían contribuir a revertir la tendencia a la despoblación experimentada en muchas provincias españolas.
Retroceso de la globalización
La pandemia ha revelado nuevos riesgos para la globalización relacionados con el papel clave de China en las cadenas de suministro globales. Si los bloqueos se van a convertir en parte de una "nueva normalidad", las cadenas de valor globales se detendrán de forma intermitente. China es el productor dominante en productos electrónicos y de maquinaria. Tal dependencia podría llevar a las multinacionales a repensar cómo construir resiliencia en sus cadenas de suministro, a lo que podría seguir un menor comercio con China, la diversificación de los centros de producción e intentos de reorientar parte de la producción a proveedores nacionales.
Aceleración de la automatización y la digitalización
El aumento de los costes de producción, menos trabajadores inmigrantes, menos viajes y la necesidad de distanciamiento social podrían impulsar la automatización y la digitalización. Sin embargo, la posibilidad de trabajar a distancia no es uniforme entre industrias y países. Si bien la mayoría de los trabajos en roles altamente calificados se pueden realizar en el hogar, no se puede decir lo mismo de los trabajos en agricultura, hoteles y restaurantes, y comercio minorista. La pandemia podría aumentar el papel de los robots de servicio en esos sectores. Esto podría ampliar aún más las divisiones existentes: entre trabajadores de baja, media y alta calificación, empresas digitales y el resto, así como entre los mercados avanzados y los emergentes. Es probable que las economías y regiones avanzadas, con más inversión en tecnología y con personas trabajadoras más cualificadas, sean las más beneficiadas. Hay indicadores de que el cambio tecnológico ahonda la polarización salarial y de la desigualdad.
Demanda de políticas ecológicas
Cuando la actividad económica cae, también lo hace la contaminación por CO2. Se estima que las medidas de la UE han provocado una reducción del 57% en las emisiones diarias de carbono. Sin embargo, también ha habido efectos indeseados: ha aumentado el uso de plástico descartable, como equipos médicos y guantes desechables, pasando por la comida envasada y la suspensión de la Cumbre del Clima 2020.
Pero la Unión Europea ha decidido ir unos pasos por delante con su “Pacto Verde”. En septiembre de 2020, la Comisión Europea presentó su plan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE en al menos un 55 % hasta 2030, en comparación con los niveles de 1990, orientando una parte sustancial de los fondos de recuperación Next Generation a este fin. Esta meta es menor de lo esperado, una reducción del 65%, según el movimiento ecologista.
En febrero de 2021, el gobierno de España aprobó su II Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030, que incluye un total de 81 líneas de acción encuadradas en 18 ámbitos de trabajo. Entre ellos destacan: salud humana; agua y recursos hídricos; patrimonio natural; biodiversidad y áreas protegidas; costas y medio marino; protección forestal; lucha contra la desertificación; agricultura y ganadería, o seguridad alimentaria.
Consecuencias sociales
Según el informe sobre la pobreza y la prosperidad compartida 2020 del Banco Mundial, la pandemia empujará a entre 88 y 115 millones de personas a la pobreza extrema (viven con menos de 1,90 dólares diarios), con el sudeste de Asia concentrando el 63% de estas personas. Las personas que están en pobreza por encima de ese umbral, pero por debajo de los 3,20 dólares diarios, han pasado de 125 millones en abril a 257 millones en octubre de 2020 (71% en el sudeste de Asia).
En la Unión Europea las organizaciones sociales sabemos que existen factores que afectan de manera más aguda a las personas que ya estaban en situaciones de pobreza y vulnerabilidad social antes de la crisis. Antes de la pandemia, un cuarto de la población española ya estaba en riesgo de pobreza y exclusión, 11,8 millones de personas, un 6% en pobreza severa, y un 15% de la población en paro.
A estas 92,5 millones de personas en pobreza y exclusión de la UE se les están sumando nuevos perfiles, derivados de la crisis económica y laboral. En abril de 2020, el 50% de las personas trabajadoras de la Unión experimentó una reducción de su tiempo de trabajo, y más de un tercio (34 %) declaró que había disminuido «mucho». El 68 % afirma tener dificultades para llegar a fin de mes y el 68% no puede mantener su nivel de vida más de tres meses sin ingresos.
La crisis económica ocasionada por la pandemia de COVID-19 podría tener repercusiones graves y duraderas sobre el mercado de trabajo. Por tanto, es muy probable que la pandemia tenga impacto en términos de aumento de la pobreza y de la pobreza activa, especialmente entre los grupos más vulnerables de la sociedad. La pandemia de COVID-19 ha demostrado la necesidad de una protección social más inclusiva que abarque a todo tipo de personas trabajadoras.
Aunque no existe una cifra del aumento de personas empobrecidas desde que se inició la pandemia, la estimación europea cifra un crecimiento de 4,8 puntos porcentuales, entre 125 y 130 millones de personas en AROPE.
¿Cómo será el futuro?
Es difícil predecir qué cambios permanecerán y cuáles no. Es probable que la economía global se vuelva menos integrada como resultado de las barreras comerciales, la reestructuración de las cadenas de suministro, la reducción de la migraciones laborales y de la inversión extranjera directa. Es probable que estos cambios también tengan implicaciones macroeconómicas: los ciclos económicos mundiales podrían volverse menos sincronizados, mientras que el crecimiento y la inflación podrían volver a ser más volátiles. Al mismo tiempo, se están produciendo transformaciones con respecto a la vida cotidiana, el trabajo, la desigualdad, el cambio climático y la democracia.
Mientras las voces pesimistas tienen pocas esperanzas de un futuro post-pandémico más progresista e internacionalista, pues ven un mundo donde los ricos se enriquecen cada vez más en un mercado libre orientado a la obtención de beneficios, y prevén el aumento del nacionalismo populista de derechas, caracterizado por la xenofobia, el racismo y el uso de chivos expiatorios.
La perspectiva optimista tiene un enfoque diverso, plantea un futuro de puesta en común de “aprendizajes”, en el que se priorice la justicia social, la sostenibilidad ambiental y la reducción de la desigualdad. La perspectiva optimista implica que la pandemia obligue a un intento más concertado para abordar los desafíos globales.
Ofrecemos algunas de estas posibles tendencias a explorar, dentro de esta perspectiva de “subirnos al cambio”, para mejorar el mundo preexistente.
1. Un acuerdo ecológico mundial
2. Nueva ciudadanía y libertades para una democracia renovada
3. Desarrollo de políticas redistributivas
4. Desarrollo de una Generación de la Igualdad
5. Apuesta por los modelos de producción de proximidad
6. Vida cotidiana: nuevas formas de aprender
7. Vida laboral, equilibrio entre trabajo y vida
8. Conectividad: la ciencia y la tecnología lideran el camino
9. Revalorización de la Unión Europea